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El Obstaculo Es El Camino

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Santizo, Luis. El Obstaculo Es El Camino.

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Santizo, L. El Obstaculo Es El Camino.

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Santizo, Luis. “El Obstaculo Es El Camino,” n.d.

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Santizo L. El Obstaculo Es El Camino.

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Santizo, L. (no date) “El Obstaculo Es El Camino.”

Abstract

En el año 170, una noche dentro de su tienda de campaña en el frente de guerra en Germania, el emperador romano Marco Aurelio se sentó a escribir. O quizá lo hizo antes del amanecer en su palacio en Roma, o bien se tomó unos segundos durante los juegos e ignoró la gran mortandad en el Coliseo a sus pies. El lugar exacto no importa. Lo relevante es que este hombre, hoy conocido como el último de los cinco grandes emperadores, se sentó a escribir. No lo hizo para una audiencia ni para que fuera publicado, sino para él. Y lo que escribió es sin duda una de las fórmulas más efectivas de la historia para superar todas las situaciones negativas que encontramos en la vida. Una fórmula para prosperar no pese a lo que sucede, sino gracias a ello. En ese momento escribió sólo un párrafo, y poco en él era original. Casi todos aquellos pensamientos podían hallarse, de una forma u otra, en los textos de sus ídolos y mentores. Pero en apenas ochenta y cinco palabras, Marco Aurelio definió y articuló una idea tan antigua que terminó por eclipsar los grandes nombres de sus antecesores: Crisipo, Zenón, Cleantes, Aristón, Apolonio, Junio Rústico, Epicteto, Séneca, Musonio Rufo. Ese número de palabras es más que suficiente para nosotros. Nuestros actos pueden ser impedidos, [...] pero no existe ningún impedimento contra nuestras intenciones o inclinaciones, porque somos capaces de adecuarnos y adaptarnos. La mente se adapta, y transforma para sus fines el obstáculo contra nuestro actuar. Concluyó con una máxima impresionante: Lo que estorba la acción promueve la acción. Lo que se interpone en el camino se vuelve el camino. * Aunque soy de la opinión de que el estoicismo es una filosofía fascinante y trascendente, entiendo que vives en la realidad y que no tienes tiempo para una lección de historia. Lo que necesitas son estrategias reales que te ayuden a resolver tus problemas, así que a eso se dedica este libro. Si deseas recursos adicionales y lecturas recomendadas sobre el estoicismo, te proveeré de ellos en la lista de lecturas al final de este volumen.

¿Estás preparado?
Segunda parte Acción ¿Qué es la acción? La acción es un lugar común, la acción correcta no. Como disciplina, no bastará con cualquier tipo de acción, sino con la acción dirigida. Todo debe hacerse en beneficio del conjunto. Paso a paso, acción por acción, desmantelaremos los obstáculos frente a nosotros. Con persistencia y flexibilidad, actuaremos en interés de nuestras metas. La acción requiere valor, no bravuconería; aplicación creativa, no fuerza bruta. Nuestros movimientos y decisiones nos definen: debemos estar seguros de actuar con parsimonia, osadía y persistencia. Éstos son los atributos de la acción correcta y efectiva. Nada más; ni el pensamiento, ni la evasión, ni la ayuda de otros. La acción es la solución y la cura de nuestros predicamentos.
Así que actuó. A fin de vencer su impedimento para hablar, inventó unos extraños ejercicios. Se llenaba la boca de guijarros y practicaba. Ensayaba discursos completos con sólo el viento de testigo o mientras ascendía empinadas pendientes. Aprendió a recitar discursos completos sin respirar una sola vez. Y pronto, su débil y callada voz hizo erupción con una claridad pasmosa y retumbante. Demóstenes se encerró literalmente bajo tierra, en un calabozo que había excavado para estudiar y educarse. A fin de no permitirse distracciones, cortó a rape la mitad de su cabellera para que le diera vergüenza salir a la calle. Y a partir de ese momento, descendió diaria y diligentemente a su estudio para trabajar en su voz, expresiones faciales y argumentos. Cuando se aventuraba a salir, era para aprender más. Cada momento, cada conversación, cada transacción era una oportunidad para que mejorara su arte. Todo esto apuntaba a una meta: enfrentar a sus enemigos en el tribunal y recuperar lo que le habían arrebatado. Lo cual hizo. Cuando llegó a la mayoría de edad, demandó por fin a los negligentes guardianes que lo habían timado. Ellos evadieron sus esfuerzos y contrataron abogados, pero él se negó a dejarse detener por eso. Flexible y creativo, los enfrentó en un juicio tras otro y pronunció incontables discursos. Ahora estaba seguro de sus nuevas fortalezas, impulsado por sus carencias; ellos no fueron nunca sus dignos rivales. Al final, Demóstenes los venció. Para entonces ya sólo quedaba una fracción de la herencia original, pero el dinero se había vuelto secundario. La reputación de Demóstenes como orador, su capacidad para imponerse a una muchedumbre y su inigualable conocimiento de los laberintos de la ley valían más que lo que restaba de lo que había sido alguna vez una gran fortuna. Cada discurso que pronunciaba lo volvía más fuerte, cada día en que persistía lo hacía más resuelto. Era capaz de identificar a los abusivos y dominar el temor. En lucha con su desafortunado destino, Demóstenes descubrió su verdadera vocación: sería la voz de Atenas, su gran orador y su conciencia. Tendría éxito precisamente a causa de lo que había sufrido y la forma en que había reaccionado a eso. Había canalizado su rabia y su dolor a su formación, y más tarde a sus discursos, avivándolo todo con una fuerza y ferocidad que nadie era capaz de igualar ni resistir. Un académico le preguntó una vez cuáles eran los tres rasgos más

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