La histórica cadena de pastelerías Embassy ha cerrado las puertas de todas sus tiendas en la capital. Los seis locales de la pastelería -fundada en 1931 en Madrid- han sido clausurados sin previo aviso a los clientes.
El establecimiento de Embassy en el barrio de Valdemarín (Aravaca), uno de los más exclusivos de la capital, amanecía esta mañana con la persiana bajada y con el interior de la tienda desmantelado.
Nada hacía sospechar este sorpresivo cierre de esta confitería famosa por sus pasteles de limón y merengue. De hecho, en la puerta del negocio de Aravaca todavía lucía esta mañana el cartel de: "Se necesita personal. Deja tu currículum en la tienda o contáctanos".
Desde Embassy argumentan que la empresa tenía problemas de liquidez: "La subida de costes de las materias primas, de la energía, la subida de costes laborales y las dificultades para acceder a financiación, unidas a la no recuperación de las ventas previas a la pandemia, nos ha llevado iniciar un proceso de negociaciones de conformidad con los artículos 583 y siguientes del texto refundido de la Ley Concursal".
Fuentes de la compañía afirman que el cese todavía no es definitivo, a la espera de la negociación con los trabajadores. "En las próximas semanas se decidirá la continuidad o el cierre definitivo de las tiendas", apuntan.
Conflicto laboral
Según ha podido saber EL MUNDO, el trasfondo del cierre se debe a un conflicto laboral con algunos trabajadores que han demandado a la empresa por el retraso en el pago de los salarios. Según fuentes de la compañía, algunos dependientes de la tienda, a punto de jubilarse, prefieren cobrar la indemnización por despido e irse al paro, antes que seguir trabajando.
Desde Embassy insisten en que pagan religiosamente a sus empleados, aunque admiten que sí que ha habido retrasos, ya que suelen realizar los pagos a mitad de mes, en lugar de al principio.
A todo ello se ha sumado la asfixia económica, ya que la empresa tiene que devolver los préstamos ICO concedidos durante la pandemia y los bancos no conceden nueva financiación porque la consideran un sector de riesgo.
Sin embargo, la cadena sí que podía optar a encontrar financiación privada, pero los accionistas no se atreven a invertir, bajo el temor de que su dinero se acabe materializando en las indemnizaciones para los trabajadores más veteranos en lugar de destinarse para mejorar el negocio.
La empresa negocia actualmente con los empleados para intentar salvar las tiendas y evitar ir a juicio, que se celebraría en el mes de septiembre.
Reuniones de espías
El mítico salón de té fue fundado en 1931 por la irlandesa Margarita Kearney Taylor que, en los albores de la II República, quiso abrir un local que le recordara a las casas londinenses con té bueno con pastas, mantequilla y emparedados.
Según relataba Víctor de la Serna, "Embassy hizo descubrir los muffins, los scones, los tés Darjeeling y Lapsang Souchong a una burguesía que no conocía esas delicadezas del imperio británico".
De hecho, el salón de té siempre ha estado rodeado de todo tipo de anécdotas y leyendas. Durante la II Guerra Mundial se convirtió en una especie del Rick's de Casablanca en el que los espías americanos e ingleses convivían con los nazis, mientras en los sótanos se buscaban papeles a los refugiados judíos. De hecho, en la sede de Castellana, situada a escasos metros de la Embajada británica, se concertó el salvamento de 30.000 judíos.
Por su barra desfilaban desde Pedro Almodóvar hasta Carmencita Franco.
La cadena ya sufrió un golpe mortal en 2017 cuando cerró sus puertas el mítico Embassy del Paseo de la Castellana. Nunca se recobró del todo de ese zarpazo y tampoco volvió a recuperar las cifras anteriores a la pandemia. Ahora está por ver si el resto de las pastelerías logran sobrevivir al último envite.
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Están casi más acabados que Mallorca.