Días antes de firmarse el alto el fuego que acaba de entrar en vigor, el secretario de Estado estadounidense admitió su «sorpresa» porque, en contraste con las críticas a Israel, «apenas se oye nada sobre Hamas»: «¿Por qué no ha habido un coro unánime en el mundo para la rendición de Hamas? Israel ofreció inmunidad para sus líderes, ¿pero dónde está el mundo exigiendo a Hamas que pare el sufrimiento que iniciaron, por qué no hemos visto una mayor y constante condena y presión sobre Hamas para deponer las armas y liberar a los rehenes?». Las palabras de Blinken revelan la crueldad del acuerdo y la perversa lógica que lo ha hecho posible.
«Hamas asesina a seis rehenes, pero se culpa a Israel», editorializó el Wall Street Journal el 02/09/24: «Hamas no se debe de creer su suerte o la ausencia de seriedad moral de sus enemigos. Los terroristas asesinan a seis rehenes israelíes, y es a Israel a quien se presiona para que haga concesiones a Hamas». Después de que Hersh Goldberg-Polin, Almog Sarusi, Alex Lubanov, Carmel Gat, Ori Danino y Eden Yerushalmi fueran torturados y asesinados en un túnel de Gaza, Hamas difundió vídeos de los rehenes culpando a su Gobierno. Los terroristas rentabilizaron tan macabra campaña de presión psicológica, como el acuerdo confirma.
La toma de rehenes es una táctica brutal con la que Hamas compensa la asimetría del conflicto. Frente a las capacidades de Israel y la superioridad moral de su democracia, Hamas recurrió al terror en estado puro el 7 de octubre torturando luego a los secuestrados. El secuestro de 200 israelíes colocó una enorme presión sobre el Estado obligado a defenderles y una nación desgarrada por tamaña barbarie. Los objetivos del Gobierno israelí tras el 7-O, destruir a Hamas para garantizar la seguridad de sus ciudadanos y liberar a los rehenes, requerían difíciles equilibrios. La necesaria intervención militar dilató la agonía de los rehenes y desató la presión de la comunidad internacional. Ésta no se dirigió a Hamas exigiéndole su disolución y la liberación de los secuestrados, lo que habría detenido las muertes en Gaza, permitiendo así el chantaje terrorista.
Hamas coaccionó a Israel dividiendo a una sociedad enfrentada al reto de compatibilizar los objetivos estratégicos del país. Netanyahu ignoró la lección de Vietnam: la guerrilla terrorista gana si no pierde, el ejército convencional pierde si no gana. Al plantear la victoria en términos dicotómicos, definiéndola como la aniquilación de Hamas, su pervivencia, pese a su debilitamiento, refuerza ahora a los terroristas al obligar a Israel a pagar un alto precio por los errores que provocaron el 7-O: un acuerdo que humilla a las víctimas pero que los israelíes deben aceptar por sus secuestrados, sus familias y por todo el país, incapaz de avanzar si los deja atrás. Su deuda moral, el sacrificio que deben rendir por todos los ciudadanos a los que el Estado no supo proteger, mostrando los nobles valores de una nación y lo que está dispuesta a hacer, pese al inmenso coste y sus implicaciones estratégicas, para afrontar el trauma sufrido.
El acuerdo recompensa a Hamas mientras la ONU, Cruz Roja y tantos otros callan ante la profunda deshumanización que supone: de los 94 secuestrados, solo algunos serán entregados con vida y solo porque cientos de presos palestinos serán excarcelados. Un secuestrado israelí vivo o muerto, valorado como mercancía con menor valor que un criminal palestino. Ni siquiera evitó Cruz Roja el domingo pasado que un enjambre de terroristas armados y sus seguidores aullaran como bestias «Alá es grande» hostigando a las secuestradas Romi Gonen, Emily Damari y Doron Steinbrucher al dejar Gaza. También permitió que Hamas convirtiera la liberación de Naama Levy, Daniella Gilboa, Karina Ariev y Liri Albag en un sádico acto de propaganda. Como señaló la psicóloga Orli Peter, Hamas y la militancia antiisraelí en todo el mundo han manipulado a las audiencias utilizando la empatía cognitiva en su propaganda. Se vincula a Hamas con el humanitarismo, la justicia y la libertad; a Israel, injustamente, con todo lo contrario. La BBC se niega a definir a Hamas como terrorista asociándolo con un «ministerio de salud» en Gaza que contabiliza víctimas con fines propagandísticos. Se encuadra a Hamas como una suerte de entidad democrática ocultando la verdadera estrategia terrorista.
Las familias de los secuestrados criticaron a su Gobierno por el calvario vivido. Varias, desde su inmenso dolor, denunciaron: «Fue Hamas quien nos arrebató a nuestros seres queridos y quien los torturó y asesinó. Pero muchos otros fracasaron y no les salvaron». El enorme sufrimiento de los familiares de seres humanos convertidos en moneda de cambio ha sido explotado por quienes aceptaron la táctica de Hamas de transferir a Israel toda la responsabilidad por el destino de los rehenes. Hamas es el único responsable de su tortura, el único que podría haberlos liberado sin condiciones. Pero no lo hizo, en parte porque la comunidad internacional prefirió denunciar la legítima respuesta israelí a la violación de los derechos humanos de estos israelíes. No se ha aislado a Hamas y sigue recibiendo apoyo de gobiernos en Qatar, Irán, Líbano, Turquía y España confirmando estos y otros su nula compasión con los secuestrados. Se ha vetado la necesaria derrota de Hamas que habría salvado vidas en Gaza y a los rehenes.
Ante este cruel acuerdo, Israel valora que sus ciudadanos vuelven a casa. Su trauma y el de toda la nación permanecerán. Los israelíes saben que Hamas sobrevive y que, por tanto, deben seguir defendiéndose de la amenaza terrorista. No ignoran que el alto el fuego es oxígeno para Hamas, una trampa de una enrevesada guerra no convencional en la que aceptan caer conscientes de que no pueden abandonar a sus compatriotas. La acción militar mermó a Hamas, Hezbolá e Irán forzando la liberación de los rehenes. Pero la continuidad de aquella alargaba su tortura al ser tan difícil su liberación por tropas israelíes, como ocurrió en algunos casos. Ese era el dilema de Israel en un teatro de operaciones que no controla pese a sus éxitos el último año logrando restablecer su capacidad de disuasión tras los fallos del 7-O.
La negociación que ha legitimado a Hamas es otra táctica más con la que compensa su debilidad en un conflicto asimétrico en el que explota las vulnerabilidades de una democracia superior en poder, potencia y valores. La tregua implica la retirada israelí de corredores estratégicos utilizados en el pasado por Hamas para su abastecimiento con la connivencia de Egipto, otro mediador de parte. Un millón de palestinos evacuados retornarán al norte de Gaza, lindante con Israel, confirmando la falsedad de las acusaciones de genocidio. Los terroristas pueden utilizar ese retorno para reconstruirse tras haber sido diezmados, pues la alternativa a una Gaza dominada por Hamas, que reprime a los gazatíes y amenaza a Israel, aún no se ha materializado. Ni siquiera el pésimo mal menor de la opción liderada por una corrupta Autoridad Palestina legitimada internacionalmente, aunque no condena, sino que legitima, el terrorismo de Hamas.
Hamas celebra la tregua glorificando el exterminio de judíos. En cambio, Israel celebra con dolor que podrá enterrar a sus muertos y honrar mínimamente a los secuestrados que regresen con sus vidas destrozadas. Esa es la dura realidad de un país maltratado por tantos Estados y organismos y que para salvar a sus compatriotas acepta arduas concesiones sabiendo que la batalla por su supervivencia continúa. También el venenoso odio hacia Israel. Agam Goldstein-Almo, adolescente secuestrada el 7-O tras asesinar Hamas a su padre y hermana, confesó su desolación al ser liberada. Veía el mismo odio de sus captores en jóvenes de todo el mundo manifestándose supuestamente contra la guerra mientras defienden a quien la inició, Hamas, y atacan a quien se defiende, Israel: «Rezo por la libertad de los secuestrados, pero no me hago ilusiones sobre el mundo al que vuelven».
El editorial del Jerusalem Post que pedía celebrar el regreso de los secuestrados reconocía alegría entremezclada con sentimientos de derrota y rabia. Y concluía: «Dejemos el combate para mañana. Ahora es momento de sentir la esperanza que deben sentir las familias de los rehenes por reunirse de nuevo con ellos. Es el momento de prepararnos para dar la bienvenida a casa a nuestra gente». El injusto y cruel destino de Israel, obligado a defender cada día su existencia ante la insolidaridad de tantos.
Rogelio Alonso es catedrático de Ciencia Política en la URJC
7 Comentarios
Los muertos no cuentan, impunidad total para los elegidos
@Beep #2 hay otra alternativa: conocer la Historia, y sobre todo los hechos recientes. No es fácil. Ya lo dice el articulo: la crueldad, no solo de Hamas, sino la estupefaciente actitud , cruel, de medios de comunicación, gobierno, y ciudadanos, mecidos en brazos de la opinión pública. Muchas gracias a Rogelio Alonso por escribir el artículo.
Buenísimo
Es totalmente cierto, tal cual. Aqui en España gobiernan los terroristas chantajeando a nuestro gobierno que se deja. Con qué moral luego exigen a Israel nada? El mundo al revés.
Al menos alguien se atreve a escribir la verdad. Gracias
@Alvarus #1 Aunque pueda estar de acuerdo en parte con el articulista, y en otras partes pienso que lo que ha ocurrido tiene muchos matices y no es tan claro, coincido contigo en que este artículo contiene muchas verdades que se publican muy poco. Para poder opinar o tener idea de algo hay que escuchar a las dos partes. En España prima la versión de uno de los bandos, y artículos como este hacen falta para poder entender de verdad el conflicto. Ojalá se entienda así y se use este artículo para construir, y no para ahondar en la herida.
Totalmente de acuerdo con el articulista. Ya veréis que pocos simpatizantes tienes. El mundo lleno de hipocresía