La entrevista final

Victoria Cirlot: "El amor heterosexual como única forma de amor no tiene sentido"

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La historiadora y lingüista, en su estudio en Barcelona. SANTI COGOLLUDO

Victoria Cirlot. Barcelona, 1955. Sus estudios sobre literatura medieval han abarcado todo el espectro posible, de lo profano -el Grial, el rey Arturo- a lo sagrado. Su nuevo libro, Visión en rojo, estudia la experiencia de dios.

¿En qué medida cree que interesa la Edad Media en la actualidad? Ha tenido épocas más o menos populares, como en los años ochenta, y otras no tanto.
El interés generalizado, porque no me gusta la palabra popular, suele venir estimulado por el lanzamiento de una película o la publicación de un libro que tenga características de best seller. En mi época de estudiante hubo un pico de interés por la serie de televisión divulgativa de Georges Duby titulada La Europa de las catedrales, lo que implicó mucha difusión de la Edad Media en los 70 y los 80. Empezaron a aparecer muchas colecciones de textos medievales que antes de eso ni se habían recuperado. Hasta ese momento, lo único que teníamos era El cuento del Grial, traducido por Martín de Riquer.
Fue entonces cuando apareció la colección 'Selección de Lecturas Medievales' de la editorial Siruela. Aquello es un tesoro.
Sí, y también la de Quaderns Crema, la de Gredos y muchas otras. La gente pudo acceder de forma cómoda y sencilla a textos que permanecían ocultos. También comenzó en los noventa la divulgación de la mística a partir de la obra y la vida de Hildegard von Bingen, una monja del siglo XII, que aunque ya se empezaba a estudiar en Francia y Alemania, aquí no había llegado. A partir del libro que escribí con Blanca Garí, La mirada interior, se enfocó la mística de otra manera; hasta entonces la asociábamos sobre todo a la del Siglo de Oro, Santa Teresa, San Juan de la Cruz... pero había precedentes.
Su último libro, 'Visión en rojo' (Siruela, 2019) está dedicado a Juliana de Norwich. ¿Quién era?
Era una reclusa de la segunda mitad del siglo XIV. En la Edad Media, una reclusa no era una mujer aislada del mundo, no era una eremita en el desierto. Era una mujer que se encerraba en una celda junto a una iglesia en una ciudad bulliciosa en aquella época. Norwich tenía mucho contacto con Oxford y Cambridge, tenía importancia cultural. Las reclusas no eran monjas de clausura, y aunque no salían de su espacio, se comunicaban con el mundo. Las celdas tenían dos ventanas: una daba a la iglesia, y permitía tener contacto con la liturgia, y la otra al exterior, de donde le llegaba el ruido mundano.
¿Por qué es importante?
No sabemos mucho de ella, salvo que adoptó el nombre de la iglesia, Julian, que era nombre masculino. No sabemos si venía de un monasterio o precedía de un entorno laico. Pero tenía carisma, y la gente se acercaba a ella a preguntarle, porque tenía la capacidad de la visión. Precisamente por este don, la iglesia aceptó concederle la celda.
Técnicamente, la visión sería la capacidad de ver a través de Dios, o de experimentar a dios y transmitirlo de alguna forma. Pero, si damos por hecho que no había intervención divina -como estos tiempos laicos nos exigen-, ¿cómo se conseguían las visiones? ¿Ayunos? ¿Drogas?
Max Ernst, el artista surrealista, se preguntaba cómo forzar la inspiración. Hay muchas técnicas para obtener una visión: la obra de arte era un estímulo para abrir el ojo interior. Cuando Juliana estaba en su lecho de muerte, con 30 años, un sacerdote le mostró un crucifijo y eso le abrió el ojo interior, lo que desencadenó más visiones. Tenemos testimonios de la época que hablan de la contemplación de la herida de Cristo como otro detonante. Lo interesante de todo esto es que las imágenes, el arte, tienen la función de promover la visión. Primero se medita sobre las palabras, textos breves que se memorizan, y durante la meditación se mastican las palabras y se transforman en imagen y luego en visión. Es así como se accede al plano visionario. Otra técnica es el ayuno. Joan Miró, cuando estaba en París, lo practicó de manera forzada, y fue con las visiones que tuvo como explotó su universo artístico, encontró su estilo, que emergió inicialmente como una visión.
Lo interesante de todo esto es que, más allá del factor religioso, la mística ha tenido influencia en el arte, e incluso ha creado nuevas formas de arte.
La Edad Media no se puede observar únicamente desde la literatura profana. También hay que hacerlo desde la literatura revelada, porque ensancha inmensamente el horizonte. Si nos quedamos únicamente con el mito artúrico, por ejemplo, no podemos comprender toda esa cultura. La literatura sagrada, y en particular la mística, permite acceder a algo que la literatura profana no nos da, y que es el acceso al mundo interior, a los fenómenos espirituales, y que nos sitúan ante un hecho: la vida espiritual era rica en Occidente. En las últimas décadas se ha fomentado la idea de que la espiritualidad proviene de Oriente, pero hemos descubierto lo que teníamos cerca, del Maestro Eckhart a Hildegard von Bingen pasando por Juliana de Norwich.
¿La Edad Media y el presente dialogan, por tanto, a través de la conexión espiritual?
Yo tenía la necesidad de abrir el territorio temporal y espacial, abrir el alcance de la Edad Media para que llegara hasta el siglo XX. El fenómeno visionario llega hasta el siglo XX a través del arte, pues lo sagrado se refugia en la actualidad en las obras de arte, como indicaba Mircea Eliade. Me sorprendió ver que la creación sagrada existe en una época supuestamente tan caracterizada por la muerte de Dios.
También ha estudiado la Edad Media desde el punto de vista de las mujeres. ¿Se puede aplicar aquí el concepto feminismo, o es forzar mucho?
Se suele decir que el feminismo comienza en la Edad Media con Cristina de Pizán, la autora de La ciudad de las damas. Es la primera autora que tiene autoconciencia de ser mujer, como algo diferente al hombre, pero en las místicas no aflora esa conciencia en tanto que hecho femenino, porque el tema central de la visión es la experiencia de dios. Hablar de feminismo, pues, resulta complicado, pero es un trabajo que está por hacer. Está claro que hay mujeres con un papel destacado en la Edad Media, pero son muy pocas, no se puede extender a todo el periodo.
La Edad Media es cuando se instaura el amor cortés, que llevará más tarde al amor romántico, que es una forma de amor que combaten las tesis feministas actuales. ¿Cómo observa esta reflexión?
El amor cortés entraña una concepción del amor masculino que sublima a la mujer desde la perspectiva masculina, y es muy contradictoria a mi modo de ver. El modelo del amor cortés se ha acabado, en nuestro mundo no se puede reivindicar, carece de fundamento por muchas cuestiones. Primero, porque estamos en una época en la que el amor heterosexual como única forma de amor no tiene sentido, y la unicidad de la dama, única y sola, tampoco tiene sentido porque no es verdad, es un modelo en crisis. Lo que dificulta las cosas es que aún no se ha creado un nuevo modelo, lo cual nos deja en un intenso estado de incertidumbre. Su tuviéramos que construir otro modelo de amor, habría que poner en valor el papel de la mujer, que también integre su punto de vista y su experiencia.
Antes hablaba de los fenómenos de masas que ponían de moda la Edad Media en ciertos momentos. Libros como 'código da Vinci', o las películas y series sobre el rey Arturo. ¿En qué medida dañan esos fenómenos al estudio serio de la época?
Siempre hay buena y mala divulgación. Duby, que fue profesor mío, nos decía que teníamos que conseguir que se diera una buena divulgación para que nuestro trabajo pudiera llegar a más gente. Hay una responsabilidad muy grande. La recuperación del mundo medieval pasa por recuperarlo tal como era, no por inventárselo de manera arbitraria. A mis estudiantes les pongo el ejemplo de Wagner. Wagner actualizó la leyenda de Tristán e Isolda, pero la conocía perfectamente. Lo sabemos por su biógrafo, Martin Gregor-Dellin, y por los documentos de su biblioteca. ¡Tenía todas las ediciones de textos medievales que existían en aquel momento! No sólo las alemanas, también las francesa, y las anotaba... Por el contrario, ¿qué ha leído Dan Brown sobre el Grial? Nada. Y si lo ha hecho, no ha quedado huella. Y eso me parece preocupante.
Javier Sierra basó en usted uno de los personajes de su última novela, 'El fuego invisible', que trata sobre la búsqueda del Grial. ¿Qué le pareció?
Coincidimos en uno de los encuentros eleusinos que organizó Fernando Sánchez Dragó para hablar del Grial. Conversamos y le comenté la existencia de un libro de Joseph Goering que habla sobre las vírgenes catalanas y cómo las imágenes en las que la virgen aparece portando un plato podría interpretarse como símbolo del Grial. La idea le interesó mucho y construyó su novela a partir de eso. La novela no la he leído, llega un momento en que ya no te queda tiempo para leer lo que esté fuera de tu ámbito de investigación.
¿Cuánto tiempo dedica a la investigación y a la docencia?
Casi todo el que tengo. Intento que las clases que imparto en la Universidad Pompeu Fabra se adapten a mi proceso de investigación. Me gusta dar clase porque siempre se produce una comunicación intensa, el aula es un lugar privilegiado para exponer ideas, lecturas e intereses. Es una etapa fundamental, porque es donde se produce una aclaración del esfuerzo por hacer comprensibles los temas.
Su libro anterior a 'Visión en rojo' fue 'Luces del grial' (Alpha Decay, 2018), un conjunto de ensayos sobre el mito griálico, que complementaba a Grial. Poética y mito, que apareció en Siruela. ¿Habrá más libros sobre este tema?
Creo que ya no, se acabó. Creo que ya he dicho todo lo que podía sobre el Grial.
¿Significa eso que su potencia como mito se ha atenuado?
No, no, eso no. El símbolo es imposible que se agote. Pero dentro de mi trabajo ya no es exactamente algo que me interesa. Lo que quería saber, ya lo sé. Necesito abrirme a otros campos.
¿Qué influencia ha tenido la obra de su padre, Juan Eduardo Cirlot, en la investigadora que ha terminado siendo?
El impacto de mi padre en mi vida ha sido decisivo, me voy encontrando con él, con sus estudios, con su poesía, con sus obsesiones, pero el camino que he seguido ha sido absolutamente propio. Me sorprende mucho haber trabajado sobre según qué cosas y luego, más adelante, encontrármelas en el trabajo de mi padre, sin haberlo advertido antes. Una de las cosas que más me impresionó fue trabajar sobre la idea de "la mancha en el muro" de Leonardo da Vinci, y descubrir que mi padre escribió un artículo sobre ese tema. Esos encuentros repentinos me pasman por la coincidencia que surge de manera repentina, no tanto en el ámbito del trabajo -si tengo espadas en casa es porque estudio el armamento medieval, no por fetichismo-, sino en cuestiones de fondo. En mi familia, la Edad Media siempre ha estado presente, por supuesto, pero había cuestiones más profundas que van apareciendo en mi propio camino y coinciden.
Juan Eduardo Cirlot sigue siendo un autor de culto, no ha llegado a un público grande, pero tiene un público fiel. ¿Cree que ha encontrado su lugar en la historia de la literatura española?
Sin duda, es un autor de culto. Pero no es una persona reconocida en la cultura española, no tiene un lugar. Por eso me he preocupado por publicar su obra, porque me parece importante, y he tenido la fortuna de encontrarme con personas como Enrique Granell que se han dedicado a estudiarla y a comprenderla bien y que la han situado en un lugar muy elevado. Pero no acaba de encontrar su sitio.
¿Cuál podría ser ese sitio?
Un sitio altísimo, para empezar. Está al margen de los vanguardismos. Crea su propio modelo de poeta y de ensayista, como pocos casos existen. Cirlot es Cirlot, y hay que acercarse a él teniendo en cuenta su polifacetismo: es poeta, es crítico de arte, es estudioso de la simbología, y todo eso es el trabajo de una sola persona en diferentes vertientes. Es una personalidad extraordinaria de la que él mismo es modelo. Por suerte, su obra se ha publicado bien y se encuentra. En breve se publicará El ojo de la mitología, en la editorial Wunderkammer, y su obra ensayística completa en Siruela. Lo que falta todavía es una exégesis, que alguien se encargue de la comprensión de lo que significa su obra.

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El amor no entiende de sexo, edad, raza no condición. Con quien o quienes practicas el sexo, eso ya es cosa tuya.

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Javier Cercas, en puertas de la RAE: "Si fuera presidente, lo primero sería cuadruplicar el sueldo de los maestros de escuela"

El escritor leerá el domingo su discurso de entrada en la Real Academia Española: "La mayor riqueza que tenemos los españoles, con muchísima diferencia, es el idioma"

Javier Cercas, escritor y, desde el próximo domingo, miembro de la RAE.
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Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) leerá este domingo su discurso de entrada en la Real Academia Española.Será un día importante para él, pero también para la RAE, que incorpora a un escritor con lectores en todo el mundo (sólo Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte y Antonio Muñoz Molina tienen audiencias similares o mayores entre sus nuevos colegas) y a una voz relevante en el debate público. A menudo, Cercas se expresa en él con un tono bondadosamente escéptico y cervantinamente irónico. ¿Será ese el lenguaje del discurso del domingo? Los códigos de la Academia prohíben dar a conocer nada sobre ese texto antes de leerlo. Mientras llega el domingo, el escritor contesta en varios correos un cuestionario sobre su visión del idioma español como un bien común.

Cuando pasen 10 años y ya sepa por dentro cómo trabaja la RAE, ¿de qué cree que dependerá que esté satisfecho con el trabajo hecho?
De que consigamos que la gente entienda que la RAE es un servicio público, y que la mayor riqueza que tenemos los españoles, con muchísima diferencia, es la lengua universal que nos ha tocado en suerte. Ojalá consiguiéramos que lo entendiesen los políticos, y que obrasen en consecuencia.
¿Es pesimista respecto al idioma? ¿Diría que hay un deterioro en la manera en la que hablamos y escribimos? ¿Que es inevitable ese deterioro, entendido como un uso del idioma menos propicio para expresar ideas con precisión?
El deterioro, si existe, no es en absoluto inevitable: todo depende de nosotros. Pero yo no tengo ninguna prueba de que se hable o escriba hoy peor que hace 50 o 100 años; sé, en cambio, que hay hoy muchísima más gente alfabetizada y leída que hace 50 o 100 años. No soy partidario de las jeremiadas; basta ya de calumniar a Jorge Manrique: él nunca dijo que todo tiempo pasado fue mejor; lo que dijo es que, «a nuestro parecer», todo tiempo pasado fue mejor; es decir: no que lo fue, sino que nos lo parece. Es muy distinto.
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Esa frase que decimos siempre, eso de que «todo el mundo escribe ahora», el hecho de que hayamos pasado de tener un número limitado de periodistas y escritores a un mundo en el que millones de personas publican sus textos... ¿es un cambio que da vitalidad a la lengua o la lleva al caos?
¿Por qué va a ser malo que todo el mundo escriba? A escribir se aprende escribiendo, así que, si todo el mundo escribe, eso debería significar que, en general, se escribe mejor. Claro que a escribir también se aprende leyendo, sobre todo leyendo a los buenos escritores (que a su vez son buenos lectores: no hay un buen escritor que no sea al mismo tiempo un buen lector). Sea como sea, sigo sin entender que lleve al caos el hecho de que haya mucha más gente que escriba y publique. Otra cosa es que pensemos que todo lo que se escribe o se publica sea bueno. Por supuesto que no lo es: ni lo es ahora ni lo ha sido nunca.
Si los ministros de Educación y Cultura lo invitaran a darles consejos sobre lo mejor que podrían hacer por el idioma, ¿qué les diría?
Soy bastante bueno recibiendo consejos, pero muy malo dándolos. De todos modos, a esos señores les repetiría mil veces la evidencia de la que antes hablaba: que la lengua española es, con muchísima diferencia, la mayor riqueza que poseemos los españoles (o los hispanohablantes), que hay que poner los medios para prestigiarla y difundirla y que, por dar un ejemplo, el instituto Cervantes debería disponer de un presupuesto tres o cuatro veces superior al actual. Y, ya puestos, les recordaría a nuestros ministros que casi todas las calamidades históricas de nuestro país pueden cifrarse en un solo refrán: «Pasarás más hambre que un maestro de escuela». Los maestros de escuela deberían ser la élite de la élite en nuestro país y, si yo fuera presidente del Gobierno (líbrenos Dios de semejante calamidad), lo primero que haría sería cuadruplicar sus sueldos.

Al ver a Cercas en puertas de la Real Academia Española, la tentación inevitable es animarlo a que cuente su vida a través de su relación con el idioma. Con los idiomas que habla.

Tengo una curiosidad: ¿tiene buen oído para los idiomas?
Aparte del castellano y el catalán, hablo tres lenguas: inglés, francés e italiano. Y leo algunas más. No sé si tengo buen oído lingüístico, pero desde muy joven quise aprender otras lenguas: la razón es que me parece muy difícil ser un buen escritor si uno vive encerrado en la propia lengua. Las lenguas son la llave del conocimiento.
¿Y tiene alguna habilidad artística fuera la literatura? ¿Toca el piano o pinta acuarelas o algo así?
No tengo ninguna habilidad artística; de hecho, yo diría que no tengo ninguna habilidad a secas. Giorgio Manganelli escribió que él era escritor porque ni siquiera sabía atarse los cordones de los zapatos. Yo sí sé atármelos, pero no me pida mucho más.
Se lo pregunto porque me interesa saber si, alguna vez, en un concierto o en una exposición, piensa que le hubiese gustado expresarse con otros materiales que no fuesen las palabras, con lenguajes más abstractos como la música o más matéricos como la pintura. Si alguna vez piensa «qué gran escritor hubiese sido si me hubiese escrito en italiano».
Lo único que pienso -y lo pienso a diario- es en lo difícil que es escribir bien.
¿Fue un niño redicho, un niño que hablase prematuramente con complejidad, que es lo que siempre atribuimos a los escritores?
Fui un niño estupendo: alegre, deportista, buen estudiante, religioso y muy sociable, que leía mucho. Luego, a los 14 años, todo se estropeó: aquel verano me enamoré como un verraco, leí a Unamuno, perdí la fe, empecé a fumar y a beber cerveza y entré en un período de confusión moral del que todavía no he salido. En resumen: un desastre. Pero, que yo sepa, nunca he sido redicho.
Me gustaría que contara cómo hablaban y escribían sus padres y abuelos, si cree que había algo que los retratara en su manera de hablar.
Mis abuelos eran campesinos extremeños; mi padre pertenecía a la primera generación de su familia que estudió una carrera (fue veterinario), entre otras razones porque mi abuelo estaba obsesionado con que sus hijos fueran a la universidad. Esto era común en esas generaciones de españoles, me parece: el respeto reverencial por la educación, por la cultura, por la ciencia. Por lo demás, tanto mis padres como mis abuelos -víctimas de la falta de autoestima crónica de tantos extremeños- creían que hablaban de cualquier manera el castellano. la verdad es que hablaban un castellano extraordinario.
Cuando hacía COU y tenía que elegir carrera, ¿cuál fue el principal motivo para elegir Filología Hispánica?
El motivo es que soñaba con ser escritor y pensaba que era imposible ser un buen escritor sin conocer a fondo la tradición literaria. Sigo pensándolo.
¿Le gustó la carrera? ¿Se veía como profesor de Literatura en un instituto o en una facultad?
Durante años fui profesor, primero en Estados Unidos y luego en España, aunque nunca fui un profesor que de vez en cuando escribía novelas sino un novelista que se ganaba la vida en la universidad. Eso es lo que siempre pensé que sería; jamás imaginé que me ganaría la vida con la literatura. En cuanto a la Filología, me encantó estudiarla, no hubiese escrito lo que he escrito sin ella y todavía me considero un filólogo, aunque sea in partibus infidelium.
¿Suele usar la palabra belleza y en relación a un texto? ¿Es frecuente que piense «este es un texto bellamente escrito» al leerlo?
Aplicada a la literatura, la palabra belleza me pone nervioso. Quizá es un prejuicio. Sea como sea, para mí escribir bien es lo contrario de escribir bonito; detesto la literatura ornamental. «La belleza es verdad y la verdad es belleza», dice un verso celebérrimo de Keats. Yo lo que busco cuando escribo es la verdad del poeta inglés, que es eso que llamamos verdad literaria (una verdad que no es la verdad factual de la historia o el periodismo, sino una verdad moral, universal); que otros la llamen belleza, si quieren.
Entonces, ¿qué sería un texto bellamente escrito?
No lo sé. A mi juicio un buen texto es un texto escrito de la manera más nítida, precisa y concisa posible. Juan de Mairena llevaba razón: queda mucho más lejos de la literatura escribir «los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» que escribir «lo que pasa en la calle».
Estaba pensando en Las Leyes de la Frontera. Intuyo que ahí hubo una parte de investigación lingüística en los códigos quinquis.
No tuve que investigar nada: esos códigos son los de mi juventud. Me encantaría decirle que yo también atraqué bancos, como los bandidos adolescentes de esa novela, pero no es verdad; lo que sí es verdad es que conviví con la forma de hablar de los chavales que los atracaban, y creo que no la conozco mal.
¿Se enfada con los textos patosos, con los tópicos, con los latiguillos tontos que se encuentra escritos?
Me dan ganas de estrangular a quien los emplea, sobre todo si soy yo.

71 Comentarios

71
Pepe_el_de_Antequera

@india48 #64 bingo . Magisterio lo estudian los que no les cogen en ninguna carrera porque son de los peores , como los que acaban en políticas o graduado social . Además son sectarios y vagos estructurales . Yo pondría de maestro con un buen sueldo a titulados en carreras complejas y exigentes no a cuatro podemitas que tocan la flauta y pintan con ceras y están haciendo de nuestros niños unos analfabetos pero muy concienciadlos con lo buena que era la republica y lo malo que es la derecha . VA GOS

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Dosjotas

Pero que mala baba tienen la mayoría de las intervenciones respecto al tema educativo: denotan desprecio, desprestigio y envidia que es el mal español por antonomasia y así nos va como pais. Claro que hay malos maestros como también medicos, ingenieros, albañiles o arquitectos; pero eso no es motivo para meter en el mismo saco a una multitud de docentes dedicados a su trabajo.

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v2v

Buena elección, la del escritor de origen extremeño, que en Cataluña es un charnego más, a pesar de su nacionalismo catalán y militancia socialista. En un libro suyo, El monarca de la sombras, reivindicaba a un joven familiar falangista fallecido en la batalla del Ebro en 1937, visto desde Extremadura. Y sorprendía que los nombres de las iglesias estaban escritos en catalán, en un libro escrito desde Extremadura. Es el peaje obligatorio de residir en Cataluña y no escribir en catalán.

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El_emperador_va_desnudo_lelos
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india48

La nota de corte para estudiar magisterio debería ser como en medicina, magisterio lo estudian muy pocos por vocación la inmensa mayoría es porque no les da la media para otra cosas. y ponemos la educación de nuestros hijos en manos de los menos motivados y capaces. Si solucionan esto, no me parece mal que les suban el sueldo, ah y a los médicos tambien que salvan vidas y curan enfermedades que es lo que nos deja cumplir años, que se nos olvida, que parece que están ahi y como la sanidad es gratis......

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herrgarcia

Javier, los ateos van al infierno. Haz un esfuerzo por convertirte o te pasarás toda la eternidad ardiendo en el infierno. Jesucristo es la Salvación.

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