Los burro-taxis de Mijas tendrán su ‘Estatuto de los Trabajadores’
Una nueva norma obliga a que no carguen a personas de más de 80 kilos y regula sus horarios
Camarón es un burro adulto de 11 años. Pesa algo más de 300 kilos y tiene un pelaje de tonos blancos y negros. Cada día recibe un intenso cepillado y se le engalana con alforjas de esparto y adornos de lana para trabajar junto a compañeros como Torete, Farruco, Molinero o Pajarito. 69 equinos forman el servicio de burro-taxi de Mijas (Málaga, 81.000 habitantes censados), uno de los emblemas turísticos del municipio, que ha actualizado su normativa para dotar de mayor bienestar a los animales. Entre las medidas más llamativas de este estatuto de los trabajadores destaca qu...
e ni Camarón ni los demás podrán llevar en sus lomos a un adulto de más de 80 kilos en sus paseos de 15 minutos por el centro histórico del pueblo.
“La ordenanza estaba anticuada”, explica Nicolás Cruz (PSOE), concejal de Transportes y Movilidad Urbana. El documento se ha adaptado a la normativa europea en materia de protección animal. Y también ha servido para responder a las quejas de muchos turistas y residentes, especialmente procedentes del norte del continente, que no comprendían por qué en el sur de España aún hay lugares donde burros o caballos transportan a personas como atractivo turístico. “La norma también es importante para mostrar una sociedad moderna de respeto hacia el bienestar animal”, destaca Cruz.
La nueva regulación, que se prevé que esté aprobada a inicios de 2020, incluye también horarios de trabajo: de 9.00 a 18.00 en otoño e invierno y de 8.30 a 21.30 en primavera y verano, con un descanso obligado entre las dos y las cinco de la tarde y por turnos: “los animales que trabajen por la mañana no podrán hacerlo por la tarde y viceversa”, según indica la norma, que establece una edad mínima para el trabajo de tres años. La esperanza de vida de un burro es de unos 30 o 35 años.
El texto contiene varias mejoras de las condiciones de los establos, como la existencia obligatoria de botiquín o espacio para que los burros puedan tumbarse, jugar o corretear. Igualmente, se prevé aumentar las condiciones higiénicas de las cuadras y de las paradas. Deberán tener acceso a agua 24 horas al día y la cuerda con la que estén atados debe tener un juego mínimo de 30 centímetros para que puedan mover la cabeza y, de esta manera, ahuyentar a las moscas. Los arrieros, por su parte, deberán llevar unos uniformes para dignificar el servicio.
“Estas condiciones más o menos se cumplían, pero ahora tienen ya una base normativa y, por tanto, sancionable”, explica el decano del Colegio de Abogados de Málaga, Francisco Javier Lara, uno de los impulsores de la iniciativa. También han participado el Grupo Animalista de Benalmádena, la Asociación Andaluza contra la Intolerancia Animal y El Refugio del Burrito, que lleva una década colaborando con el consistorio. Sus sugerencias formaban ya parte de un convenio de buenas prácticas que solo tenía validez como recomendación. Ahora muchos de esos puntos forman parte de la ordenanza. “Es un paso fundamental, pero también lo es que el Ayuntamiento vigile que se cumplen las normas”, subraya Verónica Sánchez, directora de El Refugio del Burrito. El Ayuntamiento ha asegurado que aumentará las inspecciones y los controles veterinarios. Las multas varían entre los 750 y los 3.000 euros.
Salvador Torres es uno de los arrieros de Mijas. Posee diez burros, entre ellos a Camarón. Valora la normativa. “Todo lo que suponga mejorar su bienestar nos parece estupendo”, asegura, aunque se queja de no haber podido formar parte de la mesa de trabajo que ha discutido la normativa. También quita hierro a las quejas de colectivos animalistas sobre la supuesta excesiva carga de trabajo de estos equinos. “Están prácticamente todo el día descansando”, explica, mientras esperan la clientela estacionados en la Plaza Virgen de la Peña, en Mijas Pueblo (núcleo original del municipio, en la sierra).
El servicio funciona como un taxi: cuando uno de ellos culmina su carrera, se va al final de la cola para volver a esperar su turno. Durante el verano, Semana Santa y otras festividades cada burro sale a trabajar entre tres y cuatro veces al día. En invierno, apenas una vez a la semana. El resto lo pasa a la sombra “esperando en la parada o descansando en las cuadras cercanas”, según Alejandro Trisoe, que lleva una década trabajando con estos animales. El negocio es sencillo. La carrera cuesta 15 euros por un cuarto de hora. El viaje en el carro del que tiran los equinos cuesta 20 euros para dos personas durante el mismo tiempo. “Llama mucho la atención a los británicos y los japoneses”, dice Torres. Son dos de las dos nacionalidades más frecuentes en esta localidad, a la que llegan diariamente numerosos autobuses repletos de visitantes procedentes de todo el mundo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.