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«Para mí, el del Calamar Gigante de Luarca ha sido un museo maldito»

y. garcia LUARCA/LA VOZ

A MARIÑA

Luis Laria, presidente del Parque de la Vida, critica que, desde el temporal, hace casi siete años, la política lo ha «ninguneado»

06 oct 2020 . Actualizado a las 10:23 h.

En febrero de 2014, un temporal afectó gravemente al que era único a nivel mundial Museo del Calamar Gigante, en Luarca. El diputado popular del Occidente Álvaro Queipo, en nota reciente, rescata ese episodio para acusar al Principado de «abandonar a su suerte» en estos años las instalaciones y criticar la propuesta del Concejo de Valdés de ubicación, en un local de una antigua discoteca, porque «no está a la altura de lo que se merece». Al margen del análisis político, ofrece su perspectiva de los hechos Luis Laria, actual director del Parque de la Vida, quien de la mano Cepesma contribuyó a un museo hoy «inexistente», lamenta: «Llevamos casi 7 años que no tiene ningún tipo de operatividad como Centro del Calamar Gigante, el museo conocido como tal. Desde hace años y ante el problema que se venía encima, de la pérdida de los ejemplares y del material recuperado del museo, decidí hacer una edificación en el Parque de la Vida, para poder mantenerlo este tiempo».

—Una ubicación temporal.

—El Parque de la Vida es un museo privado, mío. Ante la situación de no poder tenerlo en condiciones o que no hubiese ubicación, decidí, en colaboración con la anterior corporación, dedicar un espacio para tenerlos en el Parque de la Vida pero esa inversión fue mía, nadie pagó nada para que estuviesen aquí, en resguardo. Lo hice pensando en que íbamos a estar dos años así, porque en el Parque de la Vida la museística va por otros caminos. Seguimos así desde hace ya bastante tiempo. Ya no sé ni si las directrices son las reales ni cómo. Ante la situación que vi, que no se creaba el museo, lo que hice fue convencer a la junta directiva de Cepesma para donar todo lo que se recuperó del Museo del Calamar Gigante al pueblo de Luarca; en este caso la representación sería el Ayuntamiento de Valdés. No quiero saber nada de lo que había en el museo porque para mí ese museo ha sido un museo maldito. Voy a decirlo así. Dediqué toda mi vida y mis máximos esfuerzos para que después se quedase en nada y que el organigrama político ningunease el valor de este equipamiento.

—Le gustaría que se protegiese.

—Estoy viendo que pasan olímpicamente de una forma u otra, lo mismo da. Lo que sí está claro es que Cepesma, y hablo también a nivel particular, Luis Laria y el Parque de la Vida, vamos a crear un nuevo organigrama para, en este caso, poder seguir investigando calamares gigantes. Mi filosofía va por otros caminos. Una cosa es lo que existía en el Museo del Calamar Gigante y otra cosa mi pasión por la investigación, los calamares gigantes y el mundo marino... Eso no se puede borrar de la noche a la mañana. Y eso va a seguir, claro.

—¿Qué opina de la propuesta municipal, de la antigua discoteca?

—Después de todas estas vicisitudes, de siete años sin que hubiese ningún tipo de aprecio, estímulo, interés por el museo, ahora lo mismo me da que hagan una cosa u otra, que lo pongan en una discoteca o en una nave espacial y salga para Marte... En un primer momento, y siempre, tuve el interés de sumar y que esto generase una motivación positiva para que Valdés y el Occidente tuvieran algo atractivo, singular y único porque no hay ninguno en el mundo pero ante esto, me he cansado de tirar del carro...

«Los ejemplares siguen estando en el Parque de la Vida a la espera de otra ubicación»

«Son unos diez ejemplares, todos están en el Parque de la Vida, pero cuatro son del Parque de la Vida, no son ni de Cepesma ni del museo anterior. A nivel privado y personal, seguí conservando calamares gigantes y voy a seguir intensificando la investigación, incluso la conservación. El inconveniente que tengo es por el material del Museo del Calamar Gigante y que tuve que albergar, si no estaría perdido todo», señala Luis Laria.

—En este tiempo, ¿tuvieron los calamares algún «pretendiente» de fuera de Luarca?

—Muchísimos, pero la gente no quiere hacer un traslado a Italia o Alemania y que sea para dos o tres años. Querían comprar los calamares gigantes y yo, obviamente, de ninguna manera. Creo que sería romper el fundamento por el que se estuvo trabajando. Decidí, antes de sacar recursos económicos de ellos, prescindir de eso y para que no hubiese más intereses, donarlo al pueblo de Luarca, al ayuntamiento. Los calamares siguen estando en el Parque de la Vida a la espera de que tengan otra ubicación.

—¿Cómo llamaría al trato que ha tenido el museo, por su valor?

—Los temporales hicieron un daño, pero el más grave fue el político, el daño de la sinrazón, la apatía, la desconsideración. Del poco tiempo que estuvo abierto tuvo dos daños por el mar y después otros dos más, quizás más dolorosos. Justo a los 15 días del segundo temporal, un grupo de vándalos creó más de 20.000 euros en daños, con extintores, todo lo tiraron, entraron de forma vandálica. Ese fue el daño más importante a nivel moral y luego el político, por la inacción y la desconsideración, porque tiraban también dos millones de euros, que fue lo que costó el museo.