Inmunidad colectiva, confinamientos y COVID-19

31 de diciembre de 2020 | Q&A

31 de diciembre de 2020

El término «inmunidad colectiva» (también llamada «inmunidad de grupo») se refiere a la protección indirecta contra una enfermedad infecciosa que se consigue cuando una población se vuelve inmune, ya sea como resultado de la vacunación o de haber presentado la infección con anterioridad. La OMS apoya la postura de lograr la inmunidad colectiva mediante la vacunación, no permitiendo que una enfermedad se propague en un grupo demográfico, ya que ello daría como resultado que se presentaran casos y defunciones innecesarios. 

La inmunidad colectiva contra la COVID-19 debe lograrse protegiendo a las personas a través de la vacunación, no exponiéndolas al agente patógeno que causa la enfermedad. Si desea consultar información más detallada, lea la alocución que el Director General pronunció en la conferencia de prensa del 12 de octubre. 

Las vacunas enseñan a nuestro sistema inmunitario a crear proteínas, conocidas como «anticuerpos», que combaten la enfermedad igual que cuando estamos expuestos a una enfermedad, pero, y esto es de importancia crucial, las vacunas actúan sin enfermarnos. Las personas vacunadas están protegidas contra la enfermedad y no pueden contagiar el agente patógeno a otros, lo que interrumpe todas las cadenas de transmisión. Si desea consultar información más detallada, sírvase visitar nuestra página web sobre la COVID-19 y las vacunas. 

El porcentaje de personas que deben ser inmunes para conseguir la inmunidad colectiva varía en cada caso. Por ejemplo, para lograr la inmunidad colectiva contra el sarampión es necesario vacunar aproximadamente al 95 % de una población. El otro 5 % estará protegido porque el sarampión no se propagará entre las personas vacunadas. En el caso de la poliomielitis, el umbral es aproximadamente del 80 %. Se desconoce la proporción de la población a la que se le debe aplicar la vacuna contra la COVID-19 para comenzar a observar inmunidad colectiva. Determinar esa proporción es un tema de investigación fundamental y es posible que se llegue a distintas conclusiones en función de la comunidad objeto de estudio, la vacuna que se haya utilizado, los grupos demográficos a los que la vacuna se les haya administrado con carácter prioritario y otros factores. 

Para lograr inmunidad colectiva contra la COVID-19 de manera segura, una proporción considerable de la población tendría que vacunarse, lo que reduciría la cantidad total de virus que podría propagarse entre toda la población. Una de las razones por las que se opta por la inmunidad colectiva es que esta hace posible mantener seguros y protegidos de la enfermedad a los grupos vulnerables que no pueden vacunarse (por ejemplo, debido a situaciones clínicas como reacciones alérgicas a la vacuna). Si desea consultar información más detallada, sírvase visitar nuestra sección de preguntas y respuestas sobre vacunas e inmunización.

La inmunidad colectiva lograda mediante vacunas seguras y eficaces hace que las enfermedades sean más raras y, consiguientemente, salva vidas. 

Si desea consultar más información sobre los fundamentos científicos de la inmunidad colectiva, mire o lea esta entrevista con la Científica Jefa de la OMS, la Dra. Soumya Swaminathan.

Las medidas de distanciamiento físico y restricción de desplazamientos aplicadas en gran escala, llamadas frecuentemente medidas de ‘confinamiento’, pueden desacelerar la transmisión de la COVID-19 al limitar los contactos entre personas.

Ahora bien, estas medidas pueden tener un profundo efecto negativo en las personas, las comunidades y las sociedades, dado que conllevan casi la paralización de la vida social y económica. Estas medidas afectan desproporcionadamente a los grupos desfavorecidos, en particular las personas pobres, los migrantes, los desplazados internos y los refugiados, que con frecuencia viven hacinados en entornos carentes de recursos y cuya subsistencia depende del trabajo cotidiano.

La OMS reconoce que, en determinados momentos, algunos países no tuvieron otra opción que promulgar órdenes de confinamiento y otras medidas, con el fin de ganar tiempo.

Los gobiernos deberán aprovechar al máximo el tiempo ganado gracias a las medidas de confinamiento y hacer todo lo posible por reforzar sus capacidades para detectar, aislar, hacer pruebas y atender a todos los casos; hacer seguimientos y poner en cuarentena a todos los contactos; y dar participación y empoderar a las poblaciones para permitirles dirigir la respuesta social, entre otras cosas.

La OMS confía en que los países utilizarán intervenciones específicas, donde y cuando sean necesarias, en función de la situación local.

 

La mayoría de las personas infectadas por el virus de la COVID-19 desarrollan una respuesta inmunitaria en las primeras semanas posteriores a la infección.

Aún se está investigando sobre la intensidad y la duración de esa protección. Por otra parte, la OMS está procurando determinar si la intensidad y la duración de la respuesta inmunitaria dependen del tipo de infección que tiene la persona: sin síntomas (‘asintomática’), o con síntomas leves o graves. Aparentemente, incluso las personas asintomáticas desarrollan una respuesta inmunitaria.

En todo el mundo, los datos sobre seroprevalencia sugieren que menos del 10% de los casos estudiados han sido infectados, lo que significa que la inmensa mayoría de la población mundial sigue siendo vulnerable a este virus.

En lo que respecta a otros coronavirus, por ejemplo, el del resfriado común, el SARS-CoV-1 y el del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), la inmunidad disminuye con el tiempo, como en el caso de otras enfermedades. Si bien las personas infectadas por el SARS-CoV-2 desarrollan anticuerpos e inmunidad, aún no sabemos cuánto dura esa inmunidad.

Para obtener más información sobre inmunidad, vea esta conversación - en inglés con el Dr. Mike Ryan y la Dra. Maria Van Kerkhove.

 

Los intentos por lograr la inmunidad colectiva mediante la exposición de las personas a un virus son científicamente cuestionables y contrarios a la ética. Permitir que la COVID-19 se propague entre las poblaciones de cualquier edad y estado de salud dará lugar a infecciones, penurias y muertes innecesarias. 

La inmensa mayoría de las personas en la mayor parte de los países siguen siendo vulnerables a este virus. Los estudios de seroprevalencia sugieren que en la mayoría de los países la COVID-19 ha infectado a menos del 10% de la población.

Todavía estamos aprendiendo sobre la inmunidad a la COVID-19. La mayor parte de las personas infectadas desarrollan una respuesta inmunitaria en las primeras semanas, pero no conocemos la intensidad ni la duración de esa respuesta inmunitaria, ni en qué medida difiere de una persona a otra. Además, se han notificado casos de personas infectadas con la COVID-19 por segunda vez.

Hasta que no comprendamos mejor la inmunidad ante la COVID-19 no conoceremos la proporción de la población inmune ni la duración de la inmunidad, y mucho menos podremos hacer predicciones futuras. Estos retos deberían excluir cualquier plan destinado a permitir que las personas se infecten con el fin de aumentar la inmunidad de la población.

Si bien las personas mayores y las personas con enfermedades preexistentes son las más expuestas al riesgo de enfermedad grave y muerte, no son las únicas que corren riesgos.

Por último, aunque la mayor parte de las personas infectadas padecen formas leves o moderadas de la COVID-19 y algunas no llegan a desarrollar la enfermedad, muchas enferman gravemente y deben ser ingresadas en hospitales. Apenas estamos empezando a comprender los efectos sanitarios a largo plazo entre las personas que contrajeron la COVID-19, en particular lo que se conoce como ‘COVID prolongada’. La OMS está trabajando con médicos y grupos de pacientes para entender mejor los efectos de la COVID-19 a largo plazo.

Para conocer un resumen de la posición de la OMS, lea la alocución de apertura del Director General en la conferencia de prensa del 12 de octubre de 2020 sobre la COVID-19.